Dejar de fumar es una decisión muy personal, no cabe duda, por eso no debe hacerse a la ligera. Cuando se tiene intención de dejarlo, uno debe estar muy, muy, muy, convencido, ya que el proceso de deshabituación del tabaco conlleva el peso de una decisión volutiva que debe respetarse una vez se haya tomado.
Empieza pues un camino muy duro que debemos emprender en solitario, pues se trata de una lucha personal, aquí no internviene nadie más, eso sí, el apoyo es fundamental, pero lo veremos más adelante.
Lo primero a tener en cuenta a la hora de tomar la decisión de dejar el tabaco, son los motivos que nos llevan a dejarlo. ¿Cuáles son nuestras motivaciones?: quizás la economia, pues el tabaco es un articulo cada vez más caro y en estos tiempos de crisis, el bolsillo cada vez se resiente más de las pérdidas. Si calculamos lo que fumamos diariamente con lo que gastamos con el tabaco a fin de mes, a muchos de nosotros se nos pondrían los pelos de punta, veámoslo en un ejemplo: un señor compra cada día una caja de tabaco marca XYZ que le cuesta 4.00 euros. El mes tiene 30 días a 4 euros cada uno sale un total de: 120 euros al mes en nicotina. Además a estos 120 euros hay que sumarle, la hipoteca, el coche, la gasolina, gastos de luz, de agua, del colegio de los niños, etc. Por cierto, a la cantidad de 120 euros hay que multiplicarle X, si compramos dos cajetillas diarias, tres, cuatro o añadir las que compramos el fn de semana. Una fortuna.
Otro motivo para tenerlo claro y quizás antes que la economia deberíamos ponerlo lo primero, es la salud. El tabaco está compuesto por nicotina, alquitrán (eso negro que huele tan mal y sirve para asfaltar las carreteras) y unas cuatro mil sustancias químicas “ultra-nocivas” para el organismo de las cuales doscientas son venenos conocidos, como el cianuro de hidrógeno (HCN), y sesenta son cancerígenos, que en conjunto causan como mínimos daños, periodontitis, gingivitis, aumento de la pérdida de inserción de piezas dentales, entre otras patologías bucales y en casos más graves, aumenta el riesgo de padecer cáncer de faringe, laringe, tráquea, pulmones, predispone a tener bronquitis crónica, al enfisema, la hipertensión, aumenta el riesgo de enfermedades coronarias, infartos, esterilidad y ya ni hablar de lo perjudicial del tabaco para el feto: puede provocar alteraciones en la placenta, poco peso al nacer, aborto espontáneo, mortalidad perinatal. Si nos fijamos: todo es negativo.
Decíamos al principio, que dejar de fumar debe ser una decisión que implica la voluntad del individuo: eso significa que la persona que lo va a dejar, debe ponerse una fecha en el calendario, subrayarla, tacharla, marcarla en fosforito, da igual, la cuestión es que cuando llegué el día “D” debemos deshacernos de todo lo relacionado con el vicio del tabaco: máquinas de liar, papel, boquillas, cigarros, tabaco de liar y debemos tener muy claro que apartir de ese momento, lo único que va a cambiar es nuestro mundo particular, es decir, el resto de la gente que nos rodea: pareja, hermanos, primos, amigos cuñados, seguirán haciendo su vida y si alguno de ellos fuma, no dejará de hacerlo porque nosotros hayamos tomado esa decisión: eso hay que tenerlo muy claro. ¿Se trata tal vez de alejarse de los fumadores para no tener tentaciones? Evidentemente no, simplemente se debe recurrir mentalmente a la decisión tomada. El tabaquísmo es un proceso aprendido, condicionamiento clásico o pavloviano puro y duro, una conducta adquirida a lo largo de los años: el cigarrillo de después de las comidas acompañando al café, el primer cigarrillo del día -tan imprescindible como nefasto-, el que acompaña a las copas en reuniones sociales, el que nos apacigua la ansiedad en momentos de estrés, no son más que lecciones aprendidas y que debido al alto poder de adicción que tiene el tabaco se han ido modificando gravemente las respuestas del sistema nervioso del organismo creándonos una dependencia, y por ello puede servir de ayuda recurrir a la memoria a largo plazo, concretamente a la memoria episódica que es la que contiene los sucesos autobiográficos e intentar recordar cómo era nuestra vida antes del tabaco.
Para ir acorde con el cambio vital al que nos enfrentamos abandonando el vicio de fumar, debemos cambiar de hábitos: practicar algún deporte, salir a menudo de excursión, paseos al aire libre, mantener la mente ocupada: hay que reeducarse como lo haríamos con un cachorrito al que obligamos a hacer sus necesidades en la cajita con arena proceso que obviamente NO VA A SER FÁCIL, importantísimo mentalizarse de ello, y conviene remarcarlo, porque a más de uno le entrarán ganas de arrojar la toalla, ya que como sustancia adictiva que se precie, tiene sus momentos de “mono”, de bajón, que nos harán sentir malhumorados-as, nerviosos-as, posiblemente sentiremos náuseas, estaremos irritables, irascibles, así que es importante que las personas que nos rodean sepan que hemos tomado esa decisión y exteriorizar con ellos lo mal que lo estamos pasando, como también será de gran ayuda recibir sus alabanzas cuando se cumplan dos, tres o cuatro meses sin tabaco. Recibir este tipo de incentivos nos fortalecerá ante cualquier estímulo negativo.
Mucha gente no quiere dejarlo por miedo a enfrentarse a ese reto: al proceso en sí, pero vale la pena y si bien es cierto que se cogen unos kilos de más, no hay que amedrentarse por ello ya que la recompensa de poder volver a subir diez escalones sin dejar atrás un trozo de pulmón, de poder coger aire sin que el pulmón te informe de que tienes poca capacidad, de sentir tu corazón latiendo a ritmo normal, sin taquicardias, de saborear los alimentos, de reducir las migrañas, jaquecas y un sinfín de beneficios más, realmente esto no tiene precio. ¡Ah! y los kilos de más se pueden perder fácilmente, pero esto es un tema que al futur@ ex fumad@r, no debe atormentarle pues como todo en esta vida tiene solución.